Esa noche nos purificamos
bajo ese sudor calido
salido de nuestro deseo,
tan sediento de placer.
Esa noche descubrimos lo inocente,
Lo culpable y lo prohibido,
Nuestra mente de humanos
Se transformo en un latido instintivo.
Esa noche nos acariciamos.
Tan suaves como plumas.
Y esa unión nos ataba a continuar
A explotar nuestra necesidad.
Esa noche todo fue tocado
Se amaba cada centímetro de piel
Y aquellas santidades fueron veneradas,
Honradas y cantadas.
Esa noche no hubo límites
No hubo temores, ni miedos,
Solo el calor infernal
De un pecado carnal satisfecho.
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